
Otra vez. Sí, la verdad es que es algo recurrente en mi relación con el cine hecho en España: otra vez no, otra vez más tenían todas las bazas en la mano, han apostado fuerte y lo han hecho mal en la parte aparentemente más fácil.
Sí, ayer fui a ver Alatriste, la gran superproducción, y salí del cine con un regusto amargo, algo cabreado y un poco triste. ¿Por qué? Voy a intentar explicarlo analizando las tres patas sobre las que se sustenta una película:
Dirección: correcta, aunque sin alardes. El montaje tampoco está demasiado mal. Hubiera sido de gusto algo más de personalidad a la hora de rodar, pero casi prefiero la contención eficaz que los experimentos que no funcionan con una película de tanta dificultad técnica (y tanta pasta, 24 millones de euros).
Actores: para llorar. Acabo antes enumerando las actuaciones memorables que las que se cargan la película. Quevedo (Echanove), El condeduque de Olivares (Javier Cámara), Bocanegra (Blanca Portillo) y los amigos de Alatriste. Todos creíbles, eficaces, algunos (como el Condeduque y Quevedo) magníficos.
Dejo para el final al propio Viggo, con una presencia en pantalla abrumadora, se mete en el papel y lo llena e incluso lo desborda con cosas de su propia cosecha. Si hubieran trabajado más el acento, ya hubiera sido de sobresaliente cum laude.
Esas magníficas actuaciones quedan desmerecidas con las de Noriega (que parece que está de charla con sus colegas), Ariadna Gil (que solo sonríe y poco más), y Unax Ugalde (que no da la talla aunque lo intenta). Entre los tres se cargan media película.
Mención aparte merece ese desperdicio de usar a Pilar López de Ayala, que se come la pantalla con una presencia y un saber hacer encomiable, relegada a un papel estúpido. Es casi como de risa.
El casting de los secundarios me parece notable, sobre todo ese Felipe IV pasmarote como recién sacado de un cuadro. Muy bueno.
Guión: y vamos con la guinda del pastel. No caben. Todas las novelas y sus hechos, no caben en una sola película. No entiendo muy bien la decisión de no aprovechar el tirón e intentar hacer algo más. ¿Que eso implica no poder contar con Viggo? Bueno, no es imprescindible como protagonista. Y si solo se pretendía hacer una, ese guión habría que haberlo limpiado mucho, haberlo despojado de escenas superfluas, dejar solo las imprescindibles para que la acción fluya adecuadamente. Más que un río, la acción es un delta lleno de ramificaciones y revueltas que no añaden nada más que confusión.
La película, mucho me temo, no es ninguna maravilla. Ahora bien, es cierto que tiene logros. Aunque las tres patas principales cojeen, hay virtudes, como una fotografía preciosista, pictórica, buenos decorados y buenas puestas en escena (igualito que Juana la Loca, qué horror), adecuada coreografía de batallas y duelos (sin abusar tampoco. Lo de Roicroi da un poco de pena de escaso que se ve. Unos cuantos "copio y pego" digital harían falta ahí).
Los textos ayudan a que la película no sea un completo fracaso, la parte heredada de Reverte, ese Siglo de Oro abundante de miseria y abuso, esos personajes que encajan como un guante en la época, casi buenos y casi malvados, con tenebrismos en el alma.
Y lo que más me gusta, la escena final. Al verla me acordé de una visita al castillo de Edimburgo, que hice hace muchos (algunos) años. Teníamos puestos esos cascos que te van contando cosas cuando pulsas un número en el teclado. En determinado momento, en la puerta creo recordar, el locutor nos narró el asedio por las tropas inglesas del castillo, la heroica resistencia de una guarnición escocesa y cómo, al final, sin posibilidad de aguantar más, se habían rendido honorablemente y se les había permitido conservar la vida. Un buen amigo y yo nos miramos, extrañados, ambos súbitamente conscientes de venir de un país donde el asedio más famoso es Numancia.
Los que han visto la película sabrán de qué hablo.