Wednesday, May 31, 2006

Lo friki: vaga, inconcreta, irracional e injusta envidia


Tras la jornada del día del orgullo friki, se impone la reflexión, casi más importante que la jornada en sí misma. Si fuera más serio, más académico, eso sería lo que haría, construir un artículo sesudo, con tesis y bibliografía, un lujo. Algún día puede que hasta me proponga aprender a hacer cosas tales. De momento prefiero divagar un rato y ver si cazo algunas ideas que me rondan la cabeza como molestos moscardones mentales.
Entre toda la información que he leído estos días al respecto, me hizo mucha gracia descubrir que una de las primeras veces que se uso el término, fue para referirse a la asociaciones de espectadores que se reunían para comentar dos películas que fueron de mucho impacto: Freak Show y Frankestein. O sea que la acepción moderna de un fenómeno que venía dándose toda la vida bajo otros nombres tales como clubs, asociaciones amateurs, sociedades científicas, geográficas, etc., nació con el advenimiento de modernos modos de entretenimiento. Los que antes eran, como mucho excéntricos, locos apasionados buscadores de mariposas, de setas, interesados en la ciencia, en la geografía o en el arte, adquirían así una nueva denominación, freakies, monstruitos.
Dicen que el arte y la ciencia nacen del ocio. Si se tiene que trabajar de sol a sol poco tiempo queda para elucubrar o para componer poemas. Antes, los ociosos eran los nobles, los burgueses. Con el correr de los tiempos y los logros sociales, la gente común también tuvo acceso al ocio, no mucho, pero algún tiempo quedaba para gastarlo en entretenerse. Nace entonces el friki. Y ¿quién es este elemento social nuevo? Ahora comienzan las especulaciones. El friki no es un excéntrico, que al fin y al cabo es una cosa con clase, de ricos o incluso aristócratas; no, el friki es un tonto del XXX (sustitúyase XXX por la afición concreta que se quiera). Traducción: el friki es un pobre hombre, perteneciente a la clase trabajadora o asimilados, que en vez de trabajar y empeñar esfuerzos en progresar, en dejarse el lomo para que el sistema consumista le premie con un mejor coche o una mejor casa, alguien que en vez de contentarse con el ocio prefabricado y a pequeñas dosis, se dedica con alevosía y premeditación, a poner todo su interés, su inteligencia, sus ilusiones y esfuerzos en OTRA COSA.
Ahora, creo yo, es fácil entender la sociología friki. Por un lado, para él mismo, el frikismo es un refugio de una sociedad que no le gusta, opresiva, montada para que los más sociópatas, los depredadores sociales, se beneficien a manos llenas. Es su solaz, su refugio, su mundo inventado, diferente y por ello -ya solo por ello, mejor-, el friki, como era antes el excéntrico en gran medida, no se rige por los mismos valores que los demás, y eso molesta, extraña, jode, vamos.
Y por el otro lado, en la otra parte de la ecuación, están los no-frikis. Cuando me traslado en moto y, de repente la autopista, la carretera, la calle se atasca (cosa prácticamente segura en Madrid a según que horas) siempre tengo la opción de avanzar esquivando latas (Latas en terminología motera). Si bien no se va tan rápido que sin atasco, sí se avanza a buen ritmo. Las latas, más bien sus conductores (los enlataos, para entendernos) reaccionan de varias maneras bien distintas. Los más te dejan pasar con indiferencia. Algunos, gente maja, se apartan para que pases (muchas gracias a todos ellos). Algunos otros, pocos, te cierran. Sí, como lo oyen, giran el volante y te impiden el paso. Vamos que, pensarán, si yo me fastidio, que se fastidien todos.
Algo así sienten muchos respecto a los frikis. Si yo cedo a las presiones para ser un consumista convulsivo, para seguir la senda social correcta -y eso incluye muchas cosas: casarse y tener niños cuando toca y no cuando apetece, dejar las aficiones absorbentes por un trabajo normalmente asqueroso pero igualmente absorbente, no hacer cosas fuera de la norma, etc.- ¿por qué otros no lo hacen? ¿qué pasa, es que ellos tienen bula, conocen el secreto de la felicidad, son más listos? No, no, y mil veces no. Yo tengo razón y esos que se disfrazan y parecen pasárselo tan bien, esos que juegan a rol, que manejan ordenadores o, incluso, leen y escriben libros de cubiertas peculiares, son gente rara, estúpidos, no ligan, son feos, se gastan fortunas en tonterías (cualquiera que se haya comprado un coche o similar no tiene derecho a decir eso de nada). En definitiva son frikis.
Vaga, inconcreta, irracional e injusta envidia.

Monday, May 29, 2006

Marte


En una época de mi vida viví un par de meses en Marte. Dicho así, a muchos les puede parecer raro. A otros, sin embargo, les resultará de lo más normal; me conocen mucho y consideran que, Luna o Marte, a menudo estoy en otro mundo. Me he acordado de ese período al descubrir un nuevo invento de Google, el Google Mars.Se trata de un mapa fotográfico de Marte al estilo de Google Earth. Ya ese invento del Google Earth me parece increíble, una prueba de cómo cambia el mundo a menudo a pasos graduales pero constantes. Navegar por él y localizar mi pequeño ático (longitud -3.728571090206637, latitud 40.41301030609488, que no se ve del todo bien, pero sí lo suficiente como para reconocerlo), me parece un sueño tecnológico hecho realidad. Entrar en Google Mars es algo distinto, la Tierra es nuestro planeta y con sus rarezas y maravillas es más o menos accesible. Sin embargo, Marte es aún un espacio para el sueño, uno de los territorios que he visitado con la imaginación muchas veces desde que comencé a leer ciencia ficción. La primera visita que recuerdo, aunque puede que hubiera otras anteriores, me la proporcionó Crónicas Marcianas . El Marte de Bradbury era científicamente anacrónico ya en el momento de publicarse el libro, pero da igual. Los estupendos cuentos que recopila son auténticos en relatar un espacio lejano y planetario como desafío, como futuro y al final como reflejo del comportamiento del hombre en nuestro propio planeta. Ya desde entonces, sobre todo desde el cuento de las arenas de Marte, identifico al planeta yermo con una especie de desierto distinto, un vacío rojo en el que volcar anhelos, sueños arquetípicos y propios, con un espacio de soledad intensa, terrible y a la vez desafiante. Un lugar en el que hubo vida y fracasó; hubo, quizá, una civilización avanzada y también fracaso y, todo, ecosistema y cultura, son solo polvo, o quizá hielo.

Otra visita intensa, aunque breve al Marte literario de la ciencia ficción, se la debo a Lem. El cuento Ananke, transcurre en un Marte polvoriento y mucho más real, perfecto marco para el ya no tan joven piloto Pirx.

Ha habido más, como el famoso cuento En el salón de los reyes marcianos, que contribuyeron a que se me formase en la memoria una imagen borrosa, en gran medida inventada, pero no por ello menos real, del planeta rojo. Esa imagen de Marte ha cuajado en un relato, una novela corta y otra novela ambientados en el planeta.

Dulces dieciséis es el relato. Publicado en la revista 2001, es el que más me gusta. Me atrae la sociedad post-colonial que aparece en el cuento. Creo que refleja la imagen, un tanto melancólica y triste, de un Marte pionero, donde los primeros colonos han dado paso a los segundos y están, literalmente, fagocitando la herencia del planeta, cambiando para adaptarse.

La invasión es la novela corta, un intento fallido (me pase de violencia, creo) de escribir una novela juvenil ambientada en un futuro tras una guerra Marte/Tierra que, por cierto, ha perdido la Tierra. No descarto arreglarla algún día. El Marte de esa novela corta, solo sale en un primer capítulo, pero da una imagen diferente, mucho más boyante que la del cuento, más positiva y futurible.

Stranded es la novela. En el 2001, mi buen amigo Juan Miguel Aguilera me proporcionó la inmensa oportunidad de colaborar con él novelizando el guión de la película Stranded. Tras unos meses de intenso trabajo terminamos la novela que, como todas las novelizaciones al uso, dependía del éxito de la película para salir adelante, cosa que no se produjo, por desgracia. Pasado el tiempo reconozco que está un poco lastrada por su origen fílmico, aunque no tanto como suelen estarlo las novelizaciones que existen. Podría haber sido mejor, sí, pero también peor, mucho peor. A estas alturas da igual, yo me lo pasé muy bien aquellos meses que, junto con Juanmi, me trasladé al planeta Rojo. Sí, esa fue la causa de la mudanza, esa y que yo no estaba en aquella época para pisar mucho terreno firme, real. Tuvimos que documentarnos, pensar mucho los escenarios, la tecnología. Al final fue casi una obsesión, una divertida obsesión de un proyecto alocado, como todo lo que tiene que ver con el extraño mundo del cine. (Algún día contaré algo de mi corta experiencias con el séptimo arte español).

Por eso, ahora, al ver el extraordinario mapa de Marte del Google Mars, no puedo por menos que sentir cierta nostalgia de aquel lugar que nunca visité pero donde medio residí unos cuantos meses de mi vida. Tanto es así que hasta he estado buscando el sitio donde se desarrolla la novela. Según recuerdo, la nave se estrelló en uno de los meandros del valle Marineris. Podría ser, perfectamente, una zona como la que he puesto en la fotografía. Casi es como poner una foto de un sitio que se ha visitado. A mí me trae prácticamente los mismos recuerdos.

También en un meandro de ese enorme cañón que empequeñece cualquier comparación terrestre, comienza la novela corta. Dulces dieciséis, sin embargo, se desarrolla en un utopía planitia, una enorme llanura meridional.

Si alguna vez vais por aquellos sitios, no dejéis de acordaros de mí, por favor. Haced fotos y, si podéis llevarme, mucho mejor, intentaré serviros de guía, aunque es probable que me pierda, allí no funcionan los gps's aún.

Saturday, May 27, 2006

El Koala


Me reitero, el Koala es un monstruo y no solo por lo feo que es. Ved, si no me creéis, el siguiente vídeo. Me gustaría a mí ver improvisar tan bien como lo hace este hombre a muchas de las grandes estrellas mediáticas, que no musicales, que brillan por ahí. Quizá la canción sea una tontería simpática, pero al menos es una tontería bien construida, hecha por un tío humilde con talento, y no lanzada a medida por expertos en márketing musical, al estilo de muchos otros fracasos o éxitos sonados en el mundo de la música de consumo (triste apeltativo para cualquier obra artística, de consumo... y olvido, como es obvio).
Y es que tengo la sensación de que, últimamente, hasta a los manipuladores de mercados, tendencias y opiniones -por supuesto en la sombra- se les ve mucho el plumero. Están desgastados, sometidos a un plan de jubiliación anticipada y sustituidos por becarios o hijos de papá con máster en pádel y universidad privada.
A ver qué pasa con esas manipulaciones, leñe, un poquito más de calidad y amor al trabajo bien hecho, por favor.

Thursday, May 25, 2006

M30


Hay una estupenda página de Frankin en su álbum Ideas negras, recientemente reeditado, en la que un hombre y su pequeña casita se ven amenazados por enormes y monstruosos dinosaurios-grúa. Así me siento yo cada vez que paso por la M30. Los que no vivís en Madrid no os podéis hacer ni una ligera idea de lo que es esto. Alguien lo comparaba con vivir en medio de trincheras y de edificios destruidos por la guerra. Algo de eso hay, pero, sin haber tenido ninguna experiencia bélica, me atrevo a decir que va más allá. Antes, la M30 era una autopista cutre, llena de curvas cerradas, desvíos traicioneros y entradas y salidas horribles. Ahora es una trocha por una selva de grúas y máquinas enormes, que yo, con mi moto trail, mixta asfalto-todo terreno, tengo dificultades para seguir.
Acabo de ver en un página web el también monstruoso coste de la obra: tan solo los 5 km del túnel sur van a costar 700 millones de euros. Cada madrileño lleva invertido en la obra 230.000 de las antiguas pesetas.
Y todo para qué: para tener una autopista de circunvalación subterránea de tres carriles por lado. ¿Servirá para mejorar el tráfico? No. Los coches no caben en la superficie. Soterrarlos no arregla el problema. ¿Mejorará la estética de la ciudad? Dicen que sí, pero de momento han arrasado con miles de árboles.
Entonces, ¿para qué tamaño despropósito? Algunos dicen que en realidad este proyecto es una tumba faraónica para enterrar a Gallardón. Yo creo que en realidad están buscando los restos de alguna misteriosa ciudad enterrada, quizá de aquella que salía en La torre de los siete jorobados. Me temo que la realidad es más prosaica: comisiones, megalomanía, beneficios rápidos a costa del erario público.
Y lo que más pena me da es que cruzando el puente de Segovia, del lado de Madrid, había una acacia enorme, que bebía con sus raíces del río desde quién sabe cuanto tiempo atrás. En primavera parecía arder en verde, sana, robusta, irguiéndose sobre un parapeto de piedra y un rebosadero que hacía de estanque para algunos patos despistados. Ya no queda ni rebosadero, ni acacia, ni, por supuesto, patos. Con hormigón y acero se pueden construir muchas cosas, pero no se puede hacer un árbol centenario. Nadie va a poder devolvernos esos árboles talados, mutilados, destruidos. Y si los plantan, cuando tengan el tamaño de aquel del que hablo, y suponiendo que pudieran crecer sobre el cemento, yo ya estaré muerto. Gallardón, me has robado mis árboles, un pedazo del Madrid más bello que recuerdo, y eso no te lo perdono.

Wednesday, May 24, 2006

Cinco minutos


El otro día fui a ver The World's Fastest Indian, la película que cuenta la hazaña de Burt Munro, un Neozelandés friki de las motos, que empeñó media vida en conseguir un récord de velocidad con la vieja moto que se compró de joven. Lo consiguió, fue a Bonneville, a ese famoso lago salado donde se consiguen los asombrosos récords de velocidad en tierra, y batió un récord modesto, aunque no por ello menos valioso, sobre todo dados los medios con los que partía.
La película no está mal. No es una obra maestra pero tampoco se sumerge en los terribles abismos de sentimentalismo barato a que la historia podría conducir, muy al estilo historias verdaderas de "Estrenos Televisión". Se ve con agrado, sobre todo si te gustan esas increíbles máquinas que son las motos, como es mi caso.
Pero no quería contar ni juzgar la película, sino poner por escrito un par de reflexiones que me surgieron al terminar de verla.

La primera: Burt se da cuenta de que aún no ha ido a probar su máquina en las condiciones idóneas, a competir por el récord en las llanuras saladas de Utah, y es ya mayor. El tiempo se le está acabando. Se nos acaba a todos, a poco que te descuides es tarde para lanzarse a la aventura particular de cada uno, a luchar por eso que estás retrasando a veces de manera ilógica, abusando de subterfugios de la mente para no confrontar tus esperanzas con el éxito o el fracaso. No hay mayor fracaso que morirse, todos somos perdedores. Lo demás... ¿qué importa? por tanto no hay excusa, mejor morir peleando en busca de esa meta personal, como Burt. Al menos intentarlo será más divertido que inventar excusas.

La segunda: El título de esta entrada en el blog es Cinco minutos. Extracto de una conversación de Burt en la película:

Tom: Aren't you scared you'll kill yourself if you crash?
Burt Munro: No... You live more in five minutes on a bike like this going flat out than some people live in a lifetime.

Traduciendo:

Tom: ¿No te asusta matarte en un accidente?
Burt Munro: No... se vive más en cinco minutos yendo a tope en una moto como esta de lo que mucha gente vive en toda su vida.

Y es cierto. Cinco minutos en una moto se viven muy intensamente. Tengo moto desde hace poco, menos de tres años. Sé que es peligroso conducir una, me sé de memoria las estadísticas de tanto repetírmelas todo el mundo, pero no puedo dejar de estar de acuerdo con Burt. No quiero café que no sea café, no quiero árboles de plástico, no me gusta la cerveza sin alcohol y quiero que mi vida tenga, de vez en cuando, tan solo cinco minutos de moderado going flat, de viento rugiendo contra el casco y de un motor que empuja como un cohete justo debajo tuyo hasta casi levantar la rueda delantera.

Y además, se aparca encima de la acera y no hay que usar los horribles parquímetros que invanden Madrid.

Semana Negra 2006

Este año me han invitado a la Semana Negra. Dicho así parece una cosa simple, una nota a pie de página, un comentario, una noticia breve, y no lo es, no en absoluto, al menos para mí, y requiere cierta explicación.
No es la primera vez que he ido por aquellas tierras del norte en las primeras fechas de julio, ni la segunda ni la tercera, y en todas las ocasiones lo he pasado estupendamente. Gijón es un sitio muy especial. Tiene mar y eso ya es un puntazo. Tiene sidra, y cabrales, y no hace calor, que también ayuda. Pero lo más importante es que lo habita una gente estupenda y que siempre han recibido a los forasteros con los brazos abiertos.
De aquellas jornadas el tiempo ha pelado muchas cosas, muchos detalles nítidos. Recuerdo que tras el shock del viaje y de conocer gente nueva (soy tímido, aunque lo disimulo bien), pasadas unas horas, se me quitó la cara de pasmo, ayudado por la estupenda acogida de los de allí, y comencé a disfrutar, a acumular una sensación, un estado de ánimo atlántico, húmedo, norteño pero también muy cálido. Supongo que de esas condensaciones del alma es de lo que se nutren los poetas: son como bolas, pequeñas perlas negras donde se amasa el poso que dejan los recuerdos concretos al evaporarse. Y a lo que más se parece esa esencia de las semanas negras vividas, es una sonrisa leve pero constante, un bienestar tranquilo y sazonado de brisa marina, un disfrute intelectual y físico desprovisto de prisas, pero no exento de humor socarrón, de chanza y a ratos de melancólica añoranza, tan celta, tan de nieblas y mares encrespados.
Como podréis comprender, me apetece mucho volver, y compartir esa sensación con los que acudan. Con un poco de colaboración de los hados, Nati puede que también venga. Sería, entonces, la ocasión perfecta.

Tuesday, May 23, 2006

Soria de las palabras y del chorizo

Fuimos e hicimos Soria con palabras y ella nos hizo a nosotros con chorizo. Antes, cuando las vedettes iban de tourné, se decía que iban a hacer tal o cual provincia. En otro significado, y modestamente claro, este fin de semana pasado, unos amigos y yo hicimos -nos hicimos, en rigor- una Soria nueva, una particular imagen de la realidad inasible del mundo, esta vez centrada en una provincia llena de pinos, de aire fresco, de gente amable, y de un chorizo y una carne que quitan el hipo, la hipertensión y todo lo que se le acerque a distancia de alcance menor de un mordisco. Y la hicimos con palabras, las de las muchas conversaciones, las de la conferencia, la mesa redonda y el cine fórum.

Todo comenzó con el blog de Julián, "Soria de las palabras", su amor confeso por una provincia de las llamadas "olvidadas". Jesús, un alcalde que para mí querría yo en este Madrid de acoso y derribo, lo leyó y ofreció el ancho espacio del cielo Soriano para unas jornadas de literatura y cine de ciencia ficción. Tuve la muchísima suerte de ser invitado y allá fui. El viaje ya auguró cosa buena. Cogí la moto, el GPS -que dio juego pero también disgusto y aventura-, y allá enfilé la rueda delantera, para Soria, por carreteras comarcales, huyendo de la aburridísima y superpoblada autovía. Ya a la salida de Guadalajara, tras una pausa para comprar tapones para los oídos que se me habían olvidado, y dentro del casco hay mucho ruido, comenzaron a rodar bajo los michelín kilómetros y kilómetros de carretera abierta como una larga vena negra sobre tierras siempre ascendentes, labrantíos muy verdes de trigo y cebada y bosques de pinos.

El GPS me hizo meterme por una carretera que tenía más zonas de baches que zonas sin ellos, el único tramo malo del viaje, y me convenció para cambiar de programa de guiado. El que tengo, el Tomtom, (sí, ya sé que el nombre no aurguraba nada bueno) si lo sacas de las autovías se hace un lío. En general se portó y, salvo un incidente con la alimentación de corriente, que es casera y un poco chapuza -todo hay que decirlo-, me condujo por una larguísima sucesión de curvas rápidas, lentas, muy lentas, pero en general con excelente firme y vistas maravillosas, hasta Valdeavellano de Tera (con una visita corta por empeño nuevamente del GPS a Espejo de Tera, que, por cierto, tiene un magnífico puente medieval).

Llegué temprano y esperé hasta la hora de la comida descabezando una siestecilla del burro, de esas de antes de comer de las que luego te levantas con hambre de lobo.

Se acercaron por allí un montón de gente estupenda. Me alegré de volver a ver a César y a Juanmi, a Julián, Fidel, etc. Saludé a los que conocía y a los que no. La comida sencilla y sabrosa, el alcalde y promotor del evento, un encanto, el pueblo muy bonito y el espacio habilitado para la jornada —un antiguo cuartel de la guardia civil—, perfecto: medios modernos, el salón de actos impecable.

La conferencia de Julián sobre la historia de la CF patria estuvo muy interesante. Luego debatimos un rato sobre el mundo actual y lo que la CF tiene que decir sobre él. Conclusión particular y subjetiva: crisis, y, como dije en la mesa redonda, no por culpa de la CF, sino del mundo. No sabemos para dónde tirar y se nota.

El resto de la jornada algunos, los que ya conocían la película, fueron a visitar la taberna, otros salieron de viaje de vuelta a sus lares, pena que no se quedasen a la cena. Los demás vimos una película a la que me había negado antes por miedo: Solaris. Idolatro a Lem, me parece una película muy lograda la versión de Tarkovski y tenía miedo de la de Soderbergh. No está nada mal, confieso, aunque solo ataca uno de los muchos aspectos de la novela y es claramente superada por la versión de Tarkovski (mucho más difícil de ver también). Supongo que los abismos metafísicos de Lem y de Tarkovski dan un poco de miedo. Aún así Soderbergh aprueba con nota, la película se puede ver, supongo que por eso no ha tenido mucho éxito.

Tras el pequeño cine fórum dimos cumplido descanso a nuestros cuerpos con un cenorrio de carne de vaca soriana, tan suave como la famosa mantequilla e igual de sabrosa.

Hablamos mucho, hicimos mucha Soria allí; muchas palabras con las que arroparse y hacerse una provincia en la mente y el corazón, nombres, verbos, y adjetivos que se olvidan pero que dejan una estructura silente a su paso, de esas que quedan para siempre.

A la vuelta me vine por la autopista. Nada reseñable, salvo que en los próximos días me llegue a casa una fotografía de recuerdo de parte de la DGT.

Lo peor del viaje: que Nati no pudiera venir conmigo. Espero que no quiten Soria, ni Valdeavellano (ni que mucha gente la descubra. Sí, soy egoísta, ¿qué pasa?) y se la pueda mostrar tan pura como yo la he vivido este fin de semana.

Y luego están los chorizos... ¡uf!

Empezando


Tengo ya publicados dos blogs, Trebejos y Locus litterae, y los dos un poco abandonados. He estado pensando el porqué y creo haber encontrado una respuesta: los dos exigen bastante trabajo y los dos están centrados en una idea impersonal. Aunque puede ser muy divertido, ahora mismo, con una nueva novela entre manos, no puedo dedicar tiempo a mantener actualizado un blog (y menos dos) como Trebejos, que exige buscar, discriminar y un cierto análisis. Ni hablar ya de Locus litterae, donde es necesario el rigor de la reflexión.
También he descubierto leyendo los blogs de los amigos (véase la lista de enlaces) lo divertido que puede ser escribir entradas en estas bitácoras electrónicas (precioso nombre el de bitácora, como casi toda la nomenclatura marina) hablando tan solo de... lo que uno mismo ha vivido, leído, visto, y tratándose de comentar su propio paso por la vida. Ahí he encontrado el segundo motivo por el que creo que me centré en blogs impersonales, no me gusta hablar de mí mismo y menos aún de mis sentimientos e impresiones.
No creo en el horóscopo, pero, sin embargo, sí me gustan algunas de las descripciones psicológicas que dan a los nacidos bajo los auspicios de diferentes estrellas, quizá por lo vistoso de las metáforas usadas y aunque carezcan de todo rigor científico. Pues bien, nací bajo el signo del cangrejo y, como él, soy un poco huraño, casero, cascarrabias y aficionado a refugiarse en tormentas de dura cáscara y aspavientos. Y sin embargo... qué agradable es compartir con los demás un juicio, un gusto, una impresión, una visión, una fantasía, una filosofía, un odio. Quizá por eso siempre me ha gustado escribir, la perfecta manera de hacer eso cobardemente, oculto tras las propias palabras que se emplean. Esto de los blogs es un poco más expuesto, pero también satisfactorio, espero. Así que, un poco tarde, casi a regañadientes, y tras intentar evadirme de varias maneras posibles, aquí está mi blog personal donde poner cosas lo menos objetivas posibles, o al menos las más personales que un cangrejo cabreado y receloso se puede permitir.

P.D. Ahora va y se acaba la moda de los blogs... no me extrañaría.