Thursday, June 29, 2006

¿Fútbol?, un cuentecillo cienfiaficcionero-futbolero:

Tengo la visión.

No sería tan malo si no fuera por el fútbol. A mí me gusta, me entusiasma eso de ver darle patadas a un balón con mayor o menor habilidad hasta mandarlo al fondo de la red. Por eso no veo ningún partido.

En la vida cotidiana ya me he acostumbrado. No sé por qué tengo la visión, no la pedí, quizá sea un accidente, quizá un castigo; el caso es que, a diferencia del resto de la gente, los agentes espacio temporales se me aparecen claros y diáfanos, con sus trajes antigravitatorios, sus armas de subfase, y sus tanques y naves del futuro.

Salgo al balcón, y ahí están, en la esquina de la calle mayor. Dos escuadrones de los que, a falta de mayor información, llamo alfanos -tienen en sus trajes y armas estarcido un emblema parecido a una letra alfa-, están machacando a los cangrejos, unos seres con muchas patas que se mueven muy rápido pero que no saben usar armas. Según cuento esto los están aniquilando, ya no queda ni uno de los cangrejos. Un alfano, que parece el jefe por el porte y los dos pares de cuernos en la espalda, procede a volatilizar la piruleta de una niña que esperaba el autobús junto a su madre. Nadie ha notado nada, salvo la niña que llora desconsolada. Sabe dios qué consecuencias cósmicas favorables a los alfanos tendrá la existencia o no existencia en el futuro de la humilde piruleta. Porque de eso se trata, del futuro y las consecuencias que cada alteración del presente tiene para los contendientes.

Toda la batalla, las luchas, las muertes, los disparos, se ha desarrollado en una subfase del espacio real, al lado mismo de la realidad, pero separada de ella. Salvo las sutiles alteraciones de los agentes victoriosos, nunca queda huella alguna de las batallas, a lo sumo algún vientecillo se levanta tras una explosión realmente potente.

Ayer, en el partido de España-Francia, mundial del 2006, me arriesgué a echar una mirada a la televisión -sí, también los veo en las retransmisiones-. Sobrevolaban el campo una nube de las pequeñas y cilíndricas naves de los fláccidos (son como flanes translúcidos llenos de ojos) reventando con rayos y todo tipo de energías a las pelotas llenas de pinchos que son los trajes de combate de los tricotosos. Las bolas de pinchos, en una audaz acción de esquiva, habían provocado el penalti que Villa marcó. Creo que los tricotosos tuvieron ayuda de unas estrellas energéticas que nunca antes había visto. De todos modos, después fueron aniquilados y los fláccidos nos marcaron tres golazos, o los franceses por su intermediación, o los dos, ¡qué mas da!

Por eso no me gusta el fútbol. Si me gustasen las batallas espacio temporales lo pasaría de miedo, pero no es el caso, soy más ramplón, añoro la normalidad. Quisiera dejar de tener la visión, pero es imposible.

Claro que siempre puedo consolarme respecto al fútbol pensando que en otros aspectos es aún peor. Antes dije que en la vida cotidiana ya me había acostumbrado a la visión. Es mentira. ¿Nunca han intentado ligar con una chica mientras una cosa con tentáculos gordos como columnas se pelea al lado tuyo contra una miriada de pescadillas volantes, y todo por evitar que ella te mire, o para hacer que sí, que te mire, o para lograr que no te vea, o para lograr que se le caiga el bolso y tú puedas ayudarla?

Y no hablemos ya del sexo.

Así no hay manera.

Madrid 29-6-2006

Thursday, June 22, 2006

Manías

Hace poco escribí una reseña crítica de la estupenda novela Jonathan Strange y el Sr. Norrell, de Susanna Clarke. Investigando un poco acerca de la vida de la autora descubrí una cosa muy interesante: decía que los días de mucho sol, deslumbrantes días de primavera y verano, le era mucho más díficil ponerse a la tecla. Incluso recurría al truco de bajar las persianas y poner un cd con sonido de lluvia. En una entrevista televisiva, Somoza confesaba su fijación por las gomas de borrar milan en pequeñas torres -menos de seis, más de dos- que permanecían en su campo visual mientras escribía una nueva novela. Las gomas perdían su efectividad, se descargaban tras un uso indeterminado, y el autor debía comprar otras nuevas.

Investigando en la red sobre el tema de las manías de los escritores me he quedado pasmado: Borges se metía en la bañera por la mañana y meditaba sobre si lo que había soñado valdría para un poema o relato; Carlos Fuentes siente cómo lo posee el alma de su difunto hijo a la hora de escribir; Cortázar escribió Rayuela totalmente poseído por sus personajes, perdida la noción del espacio y el tiempo; Isabel Allende inicia siempre sus novelas el 8 de Enero; García Márquez necesita una flor amarilla encima de la mesa; Vargas LLosa se rodea de figuras de hipopótamos; Saramago solo escribe dos folios por día, y ni una línea más (ni menos, aseguro yo). Todas esas historias y muchas más se recogen en un curioso libro que quizá, si lo encuentro, me compre, llamado Cuando llegan las musas .

Después de ese despliegue de manías geniales, yo me declaro un maniático de perfil modesto: bajo las persianas, prefiero la noche, odio hasta el cabreo irracional que me interrumpan en mitad de un párrafo, me pongo música -siempre instrumental y acorde con el tono del relato en el que esté enfrascado, igual que Somoza que hasta pone ejemplos en su página web-, con chuches para aumentar el rendimiento, y si hay Mc Allan 12 years cerca pues, ¡mucho mejor! (atención, esta es una "velada" alusión para familiares y amigos, mi cumpleaños es el día 7, la última botella de Mc Allan me la cepillé hará un año o así).

¿Manías incoherentes? Sí, pero ande yo caliente... como decía aquel. Elaboraba César Mallorquí en un interesantísimo post sobre los sueños, una teoría de la creatividad que imagino no muy lejana de la realidad: el trabajo no consciente de una parte del cerebro es relacionar a toda velocidad muchos conceptos. Hay un censor cerebral que examina dichas estructuras y determina si pasan el filtro, si son útiles y merecen llegar a la consciencia. ¿Cómo funciona el filtro? Normalmente el embudo es muy estrecho, actúa aprendizaje, experiencia, sentido común, también prejuicio y rigidez. De ahí la necesaria "apertura de criterios" que se necesita para relajar el filtro de lo posible, de las ideas que aún alocadas funcionan precisamente porque cortociruitan ese consciente (dicen los neuropsicólogos que localizado en el lóbulo prefrontal) y permiten el progreso de ideas, argumentos, personajes o escenarios fascinantes, que por su propia naturaleza no convencional sirven al propósito de comunicar mejor que otras estructuras más convencionales.

Supongo que con las manías se trata de educar a ese lóbulo del sentido común, tan útil para hacer la compra y tan estorbo para una creación artística, de modo que ante determinados estímulos, sienta que está en ese especial momento del día en que debe relajarse y funcionar de otra manera.

Tan claro que un niño de cinco años podría entenderlo. ¡Que me traigan a un niño de cinco años!, que diría Groucho.

Tuesday, June 20, 2006

Personajes: Cyrano de Bergerac



Con Cyrano pasa algo curioso: al contrario de lo que se suele creer, no es un personaje, sino un hombre real, un francés del siglo XVII. Eso es normal ya que su popularidad deriva de la obra de Edmond de Rostand, publicada a finales del XIX, que dramatiza y fabula sobre una parte de su vida. Y es que con el Cyrano real sucede algo parecido a lo que aflige a ciertas personas: tienen vidas tan fascinantes que parecen más ficticias que reales, más literarias e inventadas que vidas normales. Todos nacemos, vivimos, sufrimos desgracias, disfrutamos de parabienes, nos enamoramos, trabajamos, algunos incluso crean cosas bellas, se enriquecen o devienen en malvados dictadores o directores generales, se hacen asesinos o políticos, pero todos sufrimos las terribles veleidades del azar, la incoherencia de la realidad. Sin embargo, hay personas, como Cyrano, que parecen seguir un guión pensado para no aburrir al espectador. Atiendan, si no me creen, a un resumen de su vida:
Vivió siempre en París, primero como militar arrojado y pendenciero, herido numerosas veces en duelos por cuestiones de honor o por mera diversión. En 1641, una vez retirado tras sufrir una fea herida, decide dedicar su vida a la filosofía. La cosa parece ponerse ya interesante, y el interés aumenta cuando lejos de convertirse en un hombre respetable, filósofo tradicionalista y conservador, como su oficio militar parece augurar, se convierte en un librepensador alborotador e incómodo, que se harta de escribir libelos satíricos contra todo aquel que le parece adecuado ridiculizar. Le interesa también el teatro -donde se apunta el tanto de ser uno de los primeros autores de obras teatrales en prosa-, la epístola filosófica y los tratados de física. Sí, la ciencia también le atraía, hasta el punto de elaborar un grueso tratado publicado post mortem, en el que se oponía al pensamiento de Descartes, negando su determinismo absolutista y reclamando el papel de la incertidumbre en la comprensión de los fenómenos naturales.

Y no queda ahí la cosa, entre cartas, peleas, acusaciones, defensas, atentados y demás líos de su vida, le dio tiempo a crear las que algunos creen son las primeras obras de ciencia ficción: Historia cómica de los Estados e imperios de la luna (Histoire comiqué des Estats et empires de la Lune) (1657) y Historia cómica de los Estados e imperios del Sol (Histoire comiqué des Estats et impires du Soleil) (1662). En esos viajes, de intención satírica y filosófica, el propio Cyrano, como personaje, viaja a la luna y el sol y analiza las absurdas sociedades que allí encuentra. Como luego haría Swift en sus viajes de Gulliver, (1726), esas sociedades que encuentra el viajero, son espejos deformantes. Ese ejercicio de distanciamiento sirve estupendamente, y viene sirviendo estupendamente desde entonces, para observar los defectos y virtudes de nuestra propia sociedad.

Como muestra del carácter rebelde y librepensador del Cyrano real y casi ficticio, un par de extractos de su obra, sacados de la cada vez más útil wikipedia:

"Un hombre honesto no es ni Francés, ni Alemán, ni Español, es Ciudadano del mundo, y su patria está en todas partes". ( Un honnête homme n'est ni Français, ni Allemand, ni Espagnol, il est Citoyen du monde, et sa patrie est partout).

La muerte de Agripina (1654)=== (La Mort d’Agrippine)
Ces beaux riens qu'on adore, et sans sçavoir pourquoy,
Ces alterez du sang des bestes qu'on assomme,
Ces Dieux que l'homme a faict, et qui n'ont point faict l'homme,
Des plus fermes Estats ce fantasque soustien,
Va, va, Térentius, qui les craint, ne craint rien.

Esas ínfimas cosas que uno adora, y sin saber por qué/esa alteración de la sangre de los crédulos que se doblegan/ Esos Dioses que el hombre ha creado, y que no pueden crear al hombre/De los más firmes Estados qué fantástico sostén/"Bah, Bah, Térentius, quien las cree, no cree en nada.

Ya el personaje real es algo sorprendente. A esa leyenda se le añade mucho después (1897) la obra de Rostand Cyrano de Bergerac, escrita en un nostálgico verso neorromántico que pretende imitar los mejores logros del teatro versado francés que precisamente Cyrano hizo por abolir.

Hay una docena larga de versiones fílmicas de Cyrano. La de 1950 con José Ferrer como protagonista, no está mal, pero que ha envejecido mucho. De las que he visto, mi preferida es la maravillosa versión interpretada por Gérard Depardieu en 1990 y dirigida por Jean-Paul Rappeneau.

La historia de Cyrano es de sobra conocida: Cyrano es un hombre que da la imagen de ser un matón cruel, un dictador, un inteligente e intolerante batallador de la lengua y de la espada, que nada teme. Esclavo de su complejo de inferioridad tiene que demostrar continuamente, sobre todo a sí mismo, que su deformidad física (una enorme nariz) no le hace cobarde ni tonto; que sus otros valores, la inteligencia y la habilidad con la espada, pueden superar al que goce de rostro perfecto pero carezca de otras virtudes. Ese hombre valiente hasta el absurdo, sin embargo no supera su complejo a la hora de enfrentarse a sus sentimientos. Secretamente enamorado de su prima, accede a actuar como mente en la sombra, como alma poética para conquistar su corazón mientras otro, un estúpido y joven soldado a su cargo del que su prima está encaprichada, pone la cara.

La tragedia está servida. La prima se enamora del rostro del joven y del alma de Cyrano. El engaño continúa hasta un final trágico, no tan terrible como el del auténtico romanticismo, el del sturm und drag de catastrofes cósmicas, pero sí más amargo, más triste, más contemporáneo.

El Cyrano de Rostand es una "bestia" de la mejor especie. Siguiendo el paradigma del cuento tradicional de la bella y la bestia, Cyrano tiene una piel de feo narigón, barrigudo, panzón, pendenciero, terrible, colérico e irracional. Pero, y aquí es donde se juega la baza de la identificación del espectador, por dentro -y eso solo lo sabemos el público y el tonto del guaperas-, Cyrano es un romántico incurable, un cobarde que, por miedo al rechazo, prefiere no enfrentar al objeto de su deseo y prefiere idealizarlo, huir de él y refugiarse en otra piel, esta vez vacía, que carece de todo, salvo lo que él no tiene, belleza exterior.

Cyrano responde a un tipo psicológico muy interesante y no muy utilizado en literatura, ya que no responde al arquetipo del héroe clásico. Acudiendo, de nuevo, al zodiaco y a su colección de útiles definiciones, Cyrano es el cáncer típico, de dura concha, agresiva, llena de pinchos, y de interior hipersensible. Es muy difícil de tratar, sobre todo porque, igual que Rossana en el texto de Rostand, puede que nadie sepa realmente lo que siente. Es un personaje casi adolescente, por lo inseguro, un niño grande, terrible y sin embargo inmaduro.

¿Quién, sobre todo en su adolescencia, no ha sufrido con mayor o menor intensidad las torturas de la inseguridad, quién no ha sobrecompensado su timidez tirándose por la cabeza un cubo de sangría (bueno, quizá eso no todo el mundo) y luego no se ha atrevido a mirar a los ojos al objeto de sus deseos, a pesar, incluso, de que tenía todas las bazas, salvo quizá la confianza en uno mismo, para conquistar y alcanzar ese objetivo? ¿Quién no ha sido Cyrano alguna vez?

Wednesday, June 14, 2006

La ciencia ficción


Confieso que me he sentido herido por lo que dice Lem de la CF en esta entrevista. Reproduzco sus palabras:

El género de la ciencia ficción es algo que no soporto, lo considero un género muy menor, muy pueril y carente de todo valor cognitivo. Prefiero mil veces cualquier novela policíaca, por mala que sea, que todas esas zarandajas galácticas…


Bueno, ya sabía que era un cascarrabias, aunque me sorprende la violencia de los argumentos. Después de reflexionar un poco también me ha servido para comprender ciertas cosas sobre los géneros y su consideración social. No puedo dejar de estar de acuerdo con Javier Esteban cuando dice en The Gentle Art Of Writing Enemies, que las más duras críticas al género vienen de gente que no lo conoce, puro problema de prejuicio vamos.

Se me ocurre un curioso experimento: supongamos que los géneros literarios son países. Veamos cómo se ve ese conflicto desde el punto de vista nacionalista:

Los del país Cienciaficcionia tienen una imagen de los del país Generalístia como un sitio un poco snob, donde la gente es muy pedante. Su idioma está lleno de retrúecanos y muchas veces los usan para no decir nada. Y aunque son un poco meláncolicos, y siempre están recordando cuando eran niños -cosas del clima del país-, sin embargo son gente rica, organizada y están bien vistos en otros países. A los del país Cienciaficcionia les gustaría ser como sus vecinos pero no quieren renunciar a sus desordenados festejos, sus orgías de efectos especiales e ideas peregrinas, entre las que las hay magníficas y otras ridículas, y a un interés cercano al fanatismo por la ciencia. Se llevan mucho mejor con los otros vecinos: Fantasia, en muchos aspectos el mismo país; Negralia, país infestado de delincuencia, con graves problemas sociales, pero sin embargo tíos auténticos, luchadores y siempre interesados en contar una historia; y Pornonia y Romantia, sitios peculiares, entregados a Venus y Pan, exagerados y funcionales cada uno a su modo.

Se dice que muy lejos, cruzando el país desierto llamado Futbolo, hay una nación llamada Historícia, donde todos los habitantes poseen máquinas del tiempo que usan constantemente. Cuentan que allí el pasado es lo más importante, y visitarlo y revisitarlo constituye su modo de ser y su industria. Es un país en rápido crecimiento, al parecer.

A los habitantes de Cianciaficcionia, los demás países les identifican por su folklore, las tradiciones que atraen el turismo, sobre todo a las ciudades de costa y veraneo como Ben-Espaceoperor y Torre Fandomia. Como ese turismo parece dar señales de agotamiento, el gobierno de ese país intenta montar campañas para promocionar el turimos interior, el de calidad, pero a pesar de que hay viajeros que hablan elogiosamente de esas zonas, apenas son visitadas.

La verdad es que todo cuadra. Hasta se pueden localizar las guerras, locales e internacionales.
¿ La cura? La misma que para el nacionalismo cerril aplicaba Baroja en su famosa frase: "El nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando".

Monday, June 12, 2006

Ciencia y sociedad


En estos días he estado reflexionando sobre la ciencia y la visión de la misma que tiene la sociedad y sobre cómo, y con qué dificultad, asimila los progresos en ese campo. La parte más dificultosa de esa tarea de asunción de la realidad que se deriva de la investigación científica, es la de abolir supuestos culturales -cuando no genéticos, aunque esa es una cuestión aún por resolver- que por su propia naturaleza onmipresente son casi invisibles, integrados de tal manera en el inconsciente colectivo que parecen no ser culturales, sino en realidad formar parte de la propia naturaleza de las cosas.

Pongamos un ejemplo: la teoría del flogisto, o principio de la combustibilidad, dice que el calor es una sustancia que cuando se desprende de una combinación concreta la hace arder. En realidad es una entelequia mental desarrollada para explicar los fenomenos físicos de transmisión de calor y las reacciones químicas en una época en que el concepto de energía no se había desarrollado aún. Si la experiencia de los seres humanos, hasta ese momento de la historia solo había tratado con sustancias, la idea de energía aún debía inventarse para vérselas con determinados fenómenos físicos. El flogisto fue una especie de pasarela mental que dio paso al concepto moderno de reacción química y, de paso, al de energía, que no es otra cosa que un valor abstracto que se definió por la capacidad de realizar trabajo y que luego adquirió naturaleza de realidad si no tangible, sí universal.

Hoy en día el concepto de energía esta asumido, comprendido y lo usa todo el mundo, hasta los aficionados a las ciencias ocultas con sus discutibles "energías" mentales varias, pero en su momento era algo tan extraño que solo mentes capaces de superar el sentido común, mentes excepcionales y descostreñidas de los corsés de la sociedad de su época eran capaces de conceptualizar y trabajar con dichas ideas.

Creo que, ahora, casi un siglo después de que Einstein y Börh creasen los subtratos de la relatividad y la mecánica cuántica, ya se van asumiendo los postulados que se derivan de ellos. Por supuesto que en la actualidad todos usamos elementos tecnológicos que hubieran sido imposibles sin ese desarrollo de la ciencia, pero nunca ha sido necesario saber cómo funciona algo para usarlo, pero no hablo de ese tipo de influencia. Dnde mejor se pueden ver esas influencias es en el arte, el subconsciente de la humanidad, el reflejo de la imagen más íntima de la realidad que tiene el ser humano.

La relatividad, por ejemplo, empieza a manifestarse en una cada vez mayor importancia del punto de vista, de la narración con múltiples planos y la inexistencia de la simultaneidad. El tiempo ya no es absoluto y se ha convertido en una herramienta más de la narración tanto cinematográfica como literaria e incluso dramática, con una notable plasticidad tanto en su dimensión psicológica como incluso física.

Y si hay algo que atente más contra el sentido común es la mecánica cuántica. Y se nota, es difícil encontrar cómo ha permeado la cultura más allá del folklore verborreico, el tecnoblabla de las conversaciones de bar. Encontramos la manifestación de esas ideas en la abolición profunda del destino, de la predestinación y la incorporación directa del azar como motor último. En la literatura del siglo pasado hemos asistido a esa abolición progresiva de los rodillos causales tanto de la sociedad, como de la moral y la sustitución por cadenas aleatorias de hechos que, juntos, vistos desde lejos, dan una apariencia de normalidad, pero que puestos bajo el microscopio no son sino una cadena de estadísticas casuales.

No corremos tanto como parece. La aceleración del desarrollo técnico y científico, aún siendo asombrosa, no va acompañada de una asimilación pareja si se ha tardado tantos años en que los hechos científicos lleguen a incorporarse íntimamente a la cultura humana.

Y he decir, en defensa de la ciencia ficción, que es este género literario, quizá por su cercanía a la ciencia, el que primero ha intentado incorporar todas estas revoluciones mentales, el que más ha hecho por asimilar -incluso en lo formal y estilístico, que es un reflejo más íntimo de los movimientos téctonicos del subconsciente- las nuevas realidades del mundo.

Friday, June 09, 2006

Mal despertar

Me acosté anoche en un estado de Derecho (más o menos) y me he levantado esta mañana en una sucursal político-informativa de los EEUU. Eso me ha parecido esta mañana leyendo las noticias de la prensa. Un cazabombardero americano ha bombardeado una reunión de miembros de Al Qaeda (que todavía no sé por qué no escribimos Al Kaeda, que se entiende mejor) y ha matado a Al Zarqaui y a varios otros más. Bien, parece decir la prensa, algunos periódicos casi textualmente.

No sé, será que soy un titismiquis pero a mí no me parece que juicio y condena deban ir todos incluidos en el mecanismo de guiado de un misil de última generación. ¿Qué diferencia moral hay entre un atentado con bomba y un misilazo? Ninguna, la diferencia es tan solo tecnológica, y la tecnología nunca ha dado otra cosa que superioridad física y a veces ni eso.

Parece que vamos asumiendo, siquiera subliminalmente, las tesis neoconservadoras. Guerras preventivas, pasarse por el forro cualquier legalidad, tanto interna como, por supuesto, externa; detenciones sumarias, centros de detención y tortura, manipulación informativa, etc.

Todo esto ha pasado ya en muchas ocasiones en la historia, esa que los mismos neocons dicen que ha llegado a su fin (o eso quisieran, ahora que mandan ellos), y desde luego no son momentos de orgullo para el ser humano: Stalin y Hitler, por poner solo dos ejemplos, tenían esa mala costumbre también.

Lo realmente preocupante es que ya parece algo normal, algo, incluso aplaudible: se han cargado a un hijo de puta, vale, genial. ¿Quién decide que era un hijo de puta? El mismo que se lo ha cargado. En este caso puede que tenga razón y que sea fácil demostrar que el "angelito" de Al Zarqaui es un asesino sanguinario. Pero de "ser fácil de demostrar" a "no hace falta demostrar" hay la misma final línea que separa una justicia independiente de los campos de concentración y el poder político sin trabas de los peores sistemas totalitarios.

Y , para rematar la faena, en los periódicos encadenan la noticia con la bajada del precio del petróleo. ¿Qué quiere decir esto, que cuando la OPEP decida restringir la producción bastará con cargarse a alguien para que se acojonen y la cosa baje? Pues sí que estamos bien.

Tuesday, June 06, 2006

666

El inicio de la canción B.S.O. De La Penícula Eusebio El Prínsipe De Las Tinieblas, de los Mojinos Escozios, dice así:

Dios dijo: hágase la luz, y la luz se hiso sin más
explicasiones,
pero yo, que soy el demonio, hise el interruptó
y la luz la ensiendo y la apago
cada vez que me sale de los cojones

A mí me parece un perfecto homenaje, en el día de la bestia, a ese señor de cuernos, supuestamente con mucha mala leche, pero que, en el fondo, a todos los que somos rebeldes en mayor o menor grado, nos resulta tremendamente simpático. Desde el paraíso perdido de Milton, el demonio es el adalid de los derrotados. Es muy malo, tortura almas, se rebeló (y perdió). Dada su leyenda negra, está claro que la historia la escriben los ganadores. Habría que acudir a las fuentes y preguntarle directamente qué es lo que sucedió en aquellos tiempos remotos.

Si Dios, como padre, es un arquetipo como la copa de un pino, el demonio no le deja atrás representando al hijo díscolo, rebelde, que cuestiona el poder del gran macho alfa de la manada. Dios ganó e impuso sus condiciones absolutistas, sí, pero el demonio se quedó por allí, subterráneamente encargado del trabajo sucio, supuestamente por que ÉL lo quiso así (eso siempre me ha parecido una pobre excusa), para incordiar, pinchar y tentar a la pobre humanidad. Nunca podrá vencerlo, pero jode que no veas.
Imágenes diferentes del demonio hay mil. Desde las más antiguas, las de los antiguos hebreos pre-talmud, en que se distinguen varios jefes del infierno (Satán o Samael, fiscal de la humanidad, Belcebú, etc. ) , pasando por la imagen medieval -donde escarnó todo lo oscuro, lo sensual, lo corpóreo frente a la espiritualidad apabullante de la mística cristiana- pasando por Milton y Alighieri, en los inicios del Renacimiento -precisamente ahí aparece el concepto de Lucifer, el portador de la luz, el que lleva el conocimiento al hombre, Prometeo vamos, y es castigado por ello, el triunfo de la razón frente a la irracionalidad ciega de la fe religiosa- y llegando a las más modernas, claramente ya independizadas de las creencias religiosas y entrando de lleno en la mitología más creativa y descreída.

Recuerdo, así a vuelapluma y con cariño, al demonio melómano y harto de hacer de malo de Gaiman en Estación de tinieblas, el inquietante Lu-shaffear de El corazón del ángel y el psicológicamente terrorífico príncipe de las tinieblas que encarna el luego aclamado Viggo Mortesen en "Ángeles y demonios". Y sin olvidar el melancólico demonio de Las brujas de Eastwick, superado en maldad por unas marujas provincianas, cosa que no me parece nada raro.

Hoy es el día de la bestia. A falta de conocer la fecha de su cumpleaños, valga esta ocasión para decirle ¡Felicidades, príncipe de las tinieblas!


Monday, June 05, 2006

Cruel y Tierno


El otro día fui con Nati al teatro. Ir al teatro es de esas cosas, tantas, que me da pereza hacer y que suelen proporcionarme placer una vez vencida la inercia. Ya sabéis, cosa de termodinámica, uno está en un equilibrio apoltronado y hay que emplear cierta energía para sacarle de sus rutinas de ocio.

Fuimos a ver Cruel y Tierno, y así, de paso, a conocer el nuevo Centro Dramático Nacional (CDN que mola más), teatro Valle-Inclán, recién reconstruido en el mismo sitio del antiguo que derribaron por inminente ruina hace un par de años, cuando yo vivía por allí, en Lavapiés. Otro día hablaré de mi estancia en ese barrio y las memorias que conservo del paso por uno de los pocos sitios de Madrid que aún tiene un fuerte carácter y no es una cosa amorfa e insulsa.

La primera sorpresa fue el propio edificio, espacios amplios, líneas puras, minimalista. Algunos aborrecen de esa limpieza casi estéril, a mí los espacios amplios cada vez me gustan más. Será porque Madrid cada vez está más abarrotado, mi piso es pequeño y yo soy muy grande.

La segunda sorpresa, también agradable, fue encontrarse un patio de butacas y un escenario que se fundían amigablemente, abolida la distancia entre público y actores. Dos gradas laterales y una central que dan directamente al escenario, por el que hay que cruzar para llegar a las butacas. Antes de que empiece la obra, ya te cruzas con los actores representando su papel, circulando entre diferentes zonas del escenario decoradas con televisiones encendidas, mesas, sillas, cada una, adivinaba yo, un escenario para una parte de la representación. Impactante y sugerente.

De momento todo bien, a mí me tenía subyugado la tramoya, la cosa prometía. Comienza la obra y se nota enseguida la calidad de los actores pero... y ahora viene el motivo de esta entrada en el blog, también se nota enseguida que pasa algo raro con el texto. Antes de empezar, ya nos advirtieron los actores, hablándonos directamente al público y casi uno por uno, que la obra estaba basada en Las Tarquinias de Sófocles. Como soy de ciencias, he tenido que recurrir al google para localizar el argumento original de la obra y contrastar con lo que nos ofreció el señor que adaptó la obra al mundo moderno, un tal Crimp, porque de eso iba Cruel y Tierno, una modernización de una obra clásica. Bien, buena idea, me pareció a mí, incauto. Bueno, pues comienza la obra y la primera en la frente. El discurso es... extraño. Sí, el teatro es declamativo, más si es clásico, pero se trata de una adaptación ¿no? Uno espera que se aproveche la oralidad del teatro moderno, el discurso de la calle, la naturalidad. Pues no, allí gritaba todo el mundo, mucho y de una forma nada natural. Bueno, es una opción, no pasa nada, me dije, pero ahí no acaba la cosa. La protagonista sufre extraños e injustificados cambios de humor ¿me habré perdido algo?, ¿será que esta señora sufre un transtorno bipolar rampante? Vamos, que el personaje me empezó a rechinar en exceso, que no me lo creía ni con todo el esfuerzo de mi voluntad, que hasta ese momento estaba por la labor. Pero no, no lo conseguí. Pienso yo: si se opta por un personaje trágico, intenso, a lo antiguo, pues vale. Si es uno moderno, sutil, complejo, irónico, vale también, pero la extraña composición que veía en escena tenía lo peor de ambas elecciones. No pasa nada, me dije, sigamos adelante, inmersión, suspensión del juicio crítico, a disfrutar con la interpretación de Aitana, que por lo menos eso sí es cojonudo.

Y cuando estaba yo en eso, va y la madre envía, porque le sale de las narices, al hijo, que parece un tío majo, medio pacifista, un poco hippy y fumao, a la guerra, con su padre que es general y masacra aldeas en África. Cosa de todos los días. Niño, toma un billete de avión y vete a buscar a papá a África, que la cena se enfría. Toma ya, toma adaptación inteligente, recreación y puesta al día. En el argumento de la obra de Sófocles, sorpresa, la madre envía al hijo con el padre que está en guerra, cosa que parece lógica -o si no lógica, sí posible- en la Grecia clásica . En el siglo XXI... pues lo mismo. Y hay más, se cambia la poción venenosa por poción de guerra química, se cambian las criadas por esteticistas y fisioterapeutas. La verdad, para esa adaptación mejor que hubieran hecho el original porque canta por peteneras.

Y la cosa siguió igual. Crimp ha cogido, punto por punto, el original y ha cambiado los nombres y poco más. Me gustó la obra que no vi. Me gustó lo que adiviné de la obra original, el enorme conflicto de la mujer, el regreso del héroe vencido, su inmenso ego y ciertas cosas que se adivinaban de fondo. Pero, insisto, si hubieran dejado el texto griego, pues casi que mejor, la cosa hubiera ganado mucho, porque, al final, la contemporización del texto se ha limitado a localizar la guerra remota en esa África terrible de guerras y matanzas, a convertir al cínico en un cínico con corbata y poco más. Solo cosmética, solo apariencia, y a eso voy. Hasta en el teatro se han olvidado del texto. Con maquillar una obra clásica con un escenario moderno, dos bailes, y tres tópicos aparentes, es suficiente. Joer, qué triste.

Thursday, June 01, 2006

Personajes: Harry Tuttle


Me ha parecido buena idea crear una serie de artículos a modo de homenaje a aquellos personajes de ficción que considero imprescindibles, gente que, irreal y todo, tienen en su mirada el poderío del arquetipo, de la empatía, el viso último de la realidad palpable, por muy alucinada que sea esta.

Comienzo la serie por alguien que está ya en mi pequeño olimpo de seres entrañables: Harry Tuttle, el fontanero anarquista que protagoniza Robert de Niro en la película Brazil, guión y dirección del monty python Terry Gillian.

De delirante es calificado a menudo Gillian. Delirante sí, pero no por ello menos certero. Como muchos otros han demostrado ya, las miradas más sesgadas, torcidas y retorcidas, son a veces los mejores atajos para la expresión. La ciencia ficción no es, en último término, más que una visión extrema de la realidad pasada por el tamiz de la extrapolación libre hacia el futuro del mundo real, el único que al final, queramos o no, cuenta. Delirante es su película, Brazil, una pesadilla distópica y burocrática emparentada con 1984. Fabula Gillian una Inglaterra ucrónica con una originalísima iconografía. La forma más fácil de describirla es decir que parece poseer la estética del futuro imaginado en los años 20, allá por la época de Marinetti y su modernismo. En esa sociedad el individuo no cuenta, solo el estado y su violencia organizada, donde no hay nada más importante que la guerra contra el terrorismo y la disidencia.

En esa sociedad burocrática todo se mueve a golpe de normas, los secuestros políticos necesitan su orden de ejecución, y a la familia del secuestrado (cliente, en términos oficiales) se le entrega un recibí (el funcionario le dice a la mujer del secuestrado en una escena de la película: This is your receipt for your husband... and this is my receipt for your receipt. Aquí tiene el recibo por su marido... y este es mi recibo por su recibo.) antes de llevarlo ante un funcionario que se encarga de torturarlo aunque no haga falta y luego le cobra por sus servicios.

Pero ya sabemos que el exceso de burocracia y la mala gestión tienen sus problemas, no todos los países consiguen hacer funcionar una maquinaria tal. El descontrol, el conflicto de normas, la desorganización cunden entre los entresijos del estado. Cuando, tras hacer un agujero en el techo para dejar entrar a las tropas que secuestran al ciudadano de la escena comentada anteriormente, los obreros quieren poner una tapadera para cerrarlo y esta, más pequeña que el agujero, se cuela y se estrella contra el piso, el obrero del departamento de obras exclama: Bloody typical, they've gone back to metric without telling us (Típico, han vuelto al sistema métrico sin avisarnos).

En ese mundo, el protagonista se ve envuelto en una espiral de despropósitos burocráticos cada vez más graves. El protagonista de la historia sufre una avería en su casa y no consigue avisar a los fontaneros estatales. El sistema de tuberías que cruzan las casas son parte del eficiente sistema que no se sabe para qué sirve pero que fagocita los hogares de todo el mundo. Hasta se anuncian en televisión modelos embellecidos de tuberías. En ese momento aparece el héroe de nuestra historia, Harry Tuttle, el fontanero anarquista, que llega vestido de comando y se cuela en el piso del protagonista.

Harry Tuttle: Bloody paperwork. Huh!
Sam Lowry: I suppose one has to expect a certain amount.
Harry Tuttle: Why? I came into this game for the action, the excitement. Go anywhere, travel light, get in, get out, wherever there's trouble, a man alone. Now they got the whole country sectioned off, you can't make a move without a form.

Harry Tuttle: Maldito papeleo, ¡eh!
Sam Lowry: Supongo que hay que esperar cierta cantidad, sí.
Harry Tuttle: ¿Por qué? Yo estoy en esto por la acción, la adrenalina. Ve a cualquier sitio, viaja ligero, entra, sal dondequiera que haya un problema, un hombre solo. Ahora tienen al país compartimentado, no puedes ni moverte sin rellenar un formulario.

Harry le arregla el complejísimo e ineficiente sistema de tuberías de su casa por medio de una pequeña pieza ilegal, un truco técnico en el más puro estilo hacker. Harry Tuttle es un romántico, un activista político que en vez de hacer octavillas y teorías, arregla tuberías y ahí está lo mágico del personaje, incluso lo profético. Harry es el primer defensor fílmico del GPL, de la anarquía del freeware, del Do It Yourself, de la ingeniería inversa, de los hackers y crackers. Hoy en día, la oposición al sistema, la auténtica lucha está en esos terroristas de la información, de la ingeniería, aquellos que se saltan el sistema y, por ejemplo, se comunican en internet para detectar protestas y pillar en falta a los poderosos fabricantes de coches, motos, electrodomésticos y software. Y ese ataque hace verdadera pupa, si no, que le pregunten a Microsoft, HP y demás por Linux.

En el concepto de avance o retroceso del mundo, una de las cosas que está desapareciendo rápidamente es el usuario despreocupado, el cliente que paga y obtiene un producto y listo. La publicidad y el márketing tienen tal potencia, alimentados por un neocapitalismo salvaje, que fagocitan cualquier otro aspecto de la producción. La ingeniería, las pruebas cuidadosas, la evolución de un producto, la fabricación con altas cotas de calidad son cosas del pasado, lo importante es una buena campaña mediática. Si no, miren dónde están los grandes sueldos, el prestigio empresarial, desde luego no en el departamento de ingeniería. Harry Tuttle luchaba contra un macroestado, los modernos Harry Tuttles luchan contra un microestado y unas macroempresas, pero es lo mismo, es una batalla ideológica llevada a un campo práctico, con resultados tangibles e inmediatos.

Pero, ¡que no desespere nadie! si tu windows no funciona, si tu coche no arranca, si tu batidora no bate o tu conexión de internet no va, siempre habrá un Harry Tuttle acechando en internet para echarte una mano amiga fuera del sistema.