Friday, May 18, 2007

Pesimismo.



¿Ser lúcido es ser pesimista? La respuesta puede que sea que sí, hay que negarla si se quiere ser optimista, corto de vista, ciego a los terrores finales que se acumulan al fin del túnel, ese del que solo se ve una luz que aumenta, la del último estertor de la conciencia antes de apagarse en una nube de disparos sinápticos a modo de fuegos artificiales de despedida.

La luz no parece la única respuesta, la luz de la razón, de la ciencia, calienta pero también abrasa, nos desampara sin desvelar jamás las impenetrables oscuridades del subconsciente. No solo es que la ciencia de la sociología tenga que tener en cuenta la avaricia, la estupidez, la depredación, para explicar la necesidad de la cultura, la evolución de los modos de convivencia que constituyen el soporte de colaboración inteligente que nos hace únicos como animales sobre la faz de la tierra.

Y es que cuesta trabajo creer que tanta gente, tan poco interesada en el bienestar de los demás, tan estúpida que prefieren verse perjudicados (junto a todos los demás) aun antes de ceder una parte de sus costumbres y sus preciados juguetes por un bien común social. Veáse lo del protocolo de Kyoto, para mejor ejemplo.

Tenemos cerebros grandes y muy costosos energéticamente no por que sean necesarios para manipular el mundo a nuestro alrededor. No somos ingenieros natos, animales que desarrollan su inteligencia con el único objetivo de manipular el medio. Esa es solo una consecuencia, terrible o no, de otra cosa: tenemos cerebros enormes para poder entendernos sin matarnos con otros seres humanos. No es sorprendente, sucede igual con otros grandes primates. O sea que somos artistas, médicos, ingenieros asombrosos, como consecuencia de tener manos liberadas de la locomoción y... de tener que vivir todos juntos y enfrentarse culturalmente con las dificultades.

Y el otro coste, el de la lucidez. De ese casi nunca se habla.

Repasemos: Los grupos de prehumanos que colaboraban sobrevivían mucho más que los que no, por tanto se promocionó el uso de las herramientas de colaboración, el lenguaje entre ellas. Como todo va unido, el lenguaje, el cerebro grande, la mano prensil, todo se aunó y venimos a fundar la humanidad, el pensamiento abstracto, las ideas contrastadas experimentalmente, y llegó la decepción, nos dimos cuenta de que mucho más allá de cualquier horizonte que cualquier animal antes se había encontrado estaba... la muerte, la enfermedad, el dolor.

Solo perdiendo la memoria, dejando de ser lúcido, aunque solo sea por cortos periodos de tiempo, y si puede ser ayudado por sustancias psicotrópicas de suave sabor a cebada tostada, pues mejor.

Reivindico el derecho a la ceguera, al absurdo, a la torpeza, a la felicidad, sin recurrir a la gran mentira que surgió y surge naturalmente al contemplar ese abismo que viene, no, que no te mueres del todo, que luego vas a otro sitio dónde la cerveza está siempre fresca y te ponen tapas abundantes ad infinitum.

Pues no, te mueres y luego... nada. Asi que disfruta tu cerveza aperitiva de viernes, con patatitas o unos boquerones para alcanzar el nirvana, y olvida todo lo demás.