Thursday, August 03, 2006

Los oasis cierran por vacaciones

Madrid en agosto parece que se diluye en sí mismo; su masa de cemento, tierra, ladrillo y acero parece reconcentrarse, desaparece esa clase de vida mineral que tienen las ciudades y se seca la savia metálica que circula por las venas ocultas de la ciudad.

Madrid en agosto olvida a sus ciudadanos, olvida el presente herido de zanjas, tuneladoras y martillos neumáticos, y cierra ojos hechos de mil persianas y sueña con su historia, con el villorrio medieval, con el asentamiento neolítico, quizá hasta recuerda el primer madrileño despistado que llegó a una colina boscosa al pie de un arroyo y decidió que aquel era un buen sitio para vivir, si le dejaban los osos.

Madrid en agosto no está, es más una masa de extrañas esculturas con ventanas, una apilación absurda de construcciones poliédricas, una marea de calles y semáforos, una viruela de árboles polvorientos que una ciudad. Los nombres -ciudad, calles, madrid, capital- huyen en una desbandada semántica que arrasa allá por dónde pasa.

Madrid, en agosto, deja de ser ciudad y se convierte en objeto, en laberinto cruel de cemento, asfalto y sol; un desierto donde hasta los oasis cierran por vacaciones.

3 comments:

odo(skar) said...

En agosto?... y en marzo, y en enero, y en octubre, y en...

Edu said...

En marzo están cerrados por obras, en enero hay tanta gente que no se puede ni entrar, en octubre sin embargo, de diez a doce, los dias pares y que sean luna llena, se puede ir y están bien...

Anonymous said...

Chico, qué pasada. ;-)