Sunday, November 02, 2008

Gatopardismo


Decía Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su única obra El gatopardo y en boca de su protagonista, "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". ¿Cuantas repeticiones de la misma estrategia hemos vivido ya? Muchas, tantas que hasta tiene nombre, se llama gatopardismo

No me estoy refiriendo a la tan cacareada refundación del capitalismo, aunque tiene mucho de eso. 
 
Algunos antropólogos sostienen que la forma de la sociedad humana cristalizó y se nos quedó grabada en la estructura mental y genética (aunque hay mucho que discutir ahí) durante el largo periodo en que nos convertimos en homo sapiens, un millón de años atrás, y el día en que se acabo el paleolítico y surgieron las sociedades neolíticas. Vivíamos entonces, en sociedades pequeñas, aldeas de, como mucho, de un centenar de habitantes y habitualmente en grupos de una veintena a cincuenta individuos ligados por una estrecha red de parentescos y relaciones sociales. En esas comunidades pequeñas existía un curioso fenómeno, la meritocracia. El jefe de algo es el que más trabajaba, el más listo, el más dispuesto a ir el primero al entrar en una cueva tenebrosa, o el que más corría detrás de las gacelas. No se podía concebir de otro modo. En el otro extremo, el descarado, el que pretende vivir a costa de los demás, el que no salía de caza, o se quedaba siempre fuera de la cueva del oso pero luego pretendía comer como el que más, se le castigaba con lo opuesto; perdía crédito y se le miraba mal. En casos extremos podía ser expulsado de la comunidad, era un vago, un aprovechado, un jeta, conceptos con muy mala prensa hasta hoy en día.
 
Una prueba de que aquella vieja forma de obligar a trabajar y contribuir a todo el mundo, aún la llevamos en el equipamiento genético/social/cultural (elíjase lo que más guste). A todos nos indigna el que se cuela en la cola del pescado, el que pretende engañarnos con el cambio, el que quiere vender por encima del precio de las cosas. En experimentos psicológicos de teoría de juegos, se ha visto que raramente se escoge la estrategia más eficaz, que más beneficios reporta. Muy a menudo, preferimos perder un pequeño beneficio (que siempre será mejor que nada) antes que el oponente se lleve un beneficio mayor. Estamos castigando inconscientemente un comportamiento socialmente negativo. 

Y funcionaba, se le avergonzaba, se le echaba de la aldea, se le podía dejar sin comer. Cuando el paleolítico se terminó y la agricultura necesito de una organización y de estructuras sociales de mayor calado, comenzaron los problemas. Muchos sostienen que al contrario de la visión tradicional de que el neolítico supuso un avance, el descubrimiento de la prosperidad agrícola y ganadera, en realidad tan solo fue una huida hacia adelante. Había mucha más gente a la que alimentar y la caza y la recolección no daban para más. Y sí, la agricultura y la ganadería alimentaban a más gente, crecieron los grupos humanos, pero necesitaron de estructuras de poder abstracto para dirigirlo todo con eficacia y comenzó a hacerse más y más difícil detectar al vago, al jeta, al aprovechado. No dudo que hubo muchos dirigentes, muchos capataces eficaces, responsables, que contribuyeron a que la gente no se muriese de hambre, pero también aparecieron los jefes abusones, las élites que viven a costa del trabajo de otros sin hacer nada positivo, la injusticia social, en suma. 

Como era mejor aguantar un jefe malo de vez en cuando, y mientras no fuera demasiado malo, que morirse de hambre, pues vale, a trabajar y a callarse. 

De vez en cuando, tambien, las cosas se ponían feas de verdad, el jefe se volvía loco, intoxicado de poder. La gente se amotinaba, cambiaban a un jefe por otro, y todo seguía igual. Más tarde o más temprano reaparecían los abusos, por que dónde estaba el error era en la incapacidad de un sistema de autocorregirse sin un juicio externo. El que era jefe o élite raramente veía sus propios errores. O si los veía era convenientemente "silenciado" por sus compañeros de casta. 
Valiente intento el de los griegos en corregir no la situación, sino el propio sistema. La democracia no es otra cosas sino una puesta al día de la vieja meritocracia, convertida en un sistema para limpiar a los abusones y aprovechados y dejar operar a los jefes realmente eficaces y desinteresados. 

Pero ni siquiera la democracia, al menos su edición moderna, nos ha librado de esa vieja plaga. Hoy en día la casta social feudal, sacerdotal, guerrera, brahmánica, como se la quiera llamar, ya no son señores, sacerdotes, guerreros o brahmanes, son banqueros, directivos de empresas, consejeros delegados, ejecutivos que comparten muchas de sus características distintivas y maneras. Como sucedía antes, no es que no haya directivos eficaces, banqueros comprometidos, ejecutivos responsables, los hay, pero ellos no son el problema, el problema es el sistema que carece de filtro para limpiarlo de los abusones. Bueno, sí hay uno, la quiebra, el problema es que es el equivalente moderno a tomar el tesoro, quemar el templo/castillo y salir corriendo a ver si no me pillan. 

Las complejidad e inteligencia de los abusones modernos nos ha hecho desviar la vista del simple hecho de que solo estan distrayendo con una mano de lo que roban con la otra. Pero ha llegado la crisis, se les han caídos los velos, se ha descubierto el truco de una economía especulativa, vacía, improductiva. Se empieza a ver que eso de poner a trabajar el dinero es un absurdo. El único trabajo válido es el del esfuerzo por producir cosas o ideas, la industria, la agricultura, la ciencia, el arte. La usura, la ingeniería financiera, la bolsa, solo funcionan en la confianza de que siempre hay alguien que produce los bienes sobre los que luego se especula. No es justo que 10 euros ganados, pongamos por caso, barriendo la calle, sean los mismos 10 euros que se ganen o pierdan, por poner un ejemplo, por un diferencial de compra venta de minutos en un valor bursátil.

Esa igualdad solo puede tener sentido desde el punto de vista del que no se mete en la cueva del oso, por si lo mata, del que se hace el remolón en la construcción del puente que permita salvar el río con comodidad, pero que luego le quita la ración de comida a un despistado, acude al que más hambre tiene de la tribu y le dice que le da una ración pero que a cambio, le tendrá que devolver dos raciones la semana que viene. La semana siguiente dispone de dos raciones para prestar. Si sigue habiendo escasez de raciones seguirá aumentando su riqueza... ¡sin necesidad de arriesgarse o de mover un dedo!  

A nuestros especuladores globales de billones de raciones de comidas prestadas de hoy en día, no solo no les estamos echando de la aldea, sino que, descubierto su vil truco, cuando resulta que tienen raciones rancias y que no se pueden comer, les damos palmaditas en el hombro y les damos de la nuestra para que no se mueran de hambre, y ni siquiera tienen que amenazarnos con ejércitos o apocalipsis religiosos para convencernos.

Todo ha cambiado, pero nada ha cambiado, en todo caso hemos hecho un arte del gatopardismo.

3 comments:

Jose Antonio del Valle said...

¡Gran artículo, pardiez!

Edu said...

Me alegro que te haya gustado.

Cassandra said...

Impecable, en la forma y el contenido. Me has dejado impresionada ;)