Thursday, July 13, 2006

Borrosus y paisanus entre la niebla



Al fin, tras un par de días de vorágine -he estado dando apoyo a Nati en sus duros días de exámenes para la oposición de secundaria-, llega la calma y puedo escribir sobre el retorno de Gijón, que ya me apetecía.

En primer lugar constatar la ciudad de nuevo: partida por cimadevilla, un puerto a un lado, una playa y paseo marítimo al otro. Rancio sabor a mar Atlántico, fachadas, sobre las que, aún en el seco -para sus estándares- verano, se adivinan musgos y churretes herederos de sal y humedad. Huele a mar. Y hay gaviotas. Me encantan las ciudades con mar y uno de esos inasibles aspectos que solo se recuerdan a la vuelta, en la memoria revivida del retorno, son los gritos de esos blancos pájaros de alas en uve, su voz chirriante, lejana, nostálgica, volando sobre los tejados, escuchados desde la cama del hotel a modo de despertador.

Gijón es eso, y es el clima fresco del norte, que en invierno será opresivo y frío, pero que en verano deviene en paraíso para alguien que, como yo, cada vez soporta peor el calor en la dura estepa. Y es también una ciudad donde se vive a un ritmo decente. No he sido consciente de lo desabrida que se ha vuelto mi ciudad hasta que he constatado que allí la gente no se agrede una a otra con los coches, que la hostelería, que aquí siempre había sido proverbialemente eficaz y agradable, ahora se ha vuelto como la ciudad, agresiva, poco amable: date prisa y termina que ocupas el sitio de otro cliente que está ya esperando; 2 euros y medio el café (malo), y si te quejas no vengas que tengo clientes de sobra.

Nos ha pasado en la capital lo que a la langosta que si se la mete en la olla en agua fría y esta se calienta despacio hasta la ebullición, ni se entera ni protesta hasta que muere. En Madrid hervimos y no nos hemos dado cuenta.

Es lo bueno y lo malo de viajar, que en el regreso, como decía aquel, está el auténtico viaje.

Establecido el escenario, vayamos a la primera parte: la Asturcon. Me apunté a última hora. Menos mal que los chicos de Gijón, inteligentemente, habían guardado algunas plazas para los despistados incurables como yo. Hablar de la Asturcon es hablar de los que la organizan, el colectivo Avalón, gente que habita ese Gijón que he descrito antes y que también se han hecho un huequecito en el corazón de los que hemos ido hasta allí alguna vez. Como siempre, nos recibieron estupendamente, organizando y controlando los actos de Asturcon, entre ellos el colofón de la espicha de disfraces. Gracias a todos ellos.

Este año, a la nómina de asturianos cienciaficcioneros maravillosos, tengo que añadir a uno nuevo, Chus Parrado. Las palabras se quedan cortas para intentar remedar la experiencia directa de conocerlo. Apocalíptico es poco. A Chus habría que dedicarle un artículo completo, no renuncio a ello.

Hablando de gente, con la excusa de la Asturcon y la Semana Negra, se acercaron por allí una larga lista de amigos que viven en otras ciudades, que se leen a diario en foros, blogs y demás, a los que apetece poner una cara, una sonrisa; identificar anímicamente. Y es que la palabra está muy bien, pero no solo se agota ahí la comunicación, se echa de menos darse abrazos, codazos, achuchones, mirarse a la cara, ver el cabreo hablando de algo que no te gusta, o los ojos relucir al describir una pasión. Eso, por desgracia, aún no lo tenemos en internet.

Sigo, que me pierdo: La Semana Negra, la otra parte del viaje y de los días pasados allí. Ya he estado un par de veces en la SN. Ésta ha sido la tercera. No hay análisis que valga, aquello no se parece a nada que exista bajo el sol cultural de España y Europa. No sé si en otros continentes se dará algo así. Lo más parecido y definitorio que se me ocurre es el impreciso calificativo de fiesta de la cultura. En ese ambiente lúdico, se confunden horas, mesas redondas, conferencias, conversaciones de bar, de restaurante, de paseo; se trata siempre de charlar, cambiar impresiones, hablar mientras se bebe o se come, con gente que comparte parecida visión de la vida, un interés profundo por la cultura, la comunicación, los libros, pero no solo los libros.

Al final la impresión es de una cinta continua de conversaciones, lúcidas las más de las veces, socarranos y divertidas otras, tristes las menos; un ponerse al día de las impresiones de los demás y de las propias por comparación; un constante intercambio de información que va desde la mesa redonda sobre la guerra civil y la ucronía, las presentaciones de libros, las conversaciones de sobremesa, las de las copas en las terrazas nocturnas... Solo se detiene la cinta continua de palabras para dormir, y eso poco. A veces tengo la impresión de que los que vamos a la SN nos pasamos el resto del año en silencio, madurando cosas, escribiendo, como mucho leyendo y escribiendo un poco en internet; que nos convertimos en una especie de marmotas hibernantes culturales, que solo despiertan en verano para asistir a eventos como la Asturcon, La Semana Negra o la Hispacon, en una explosión de cháchara constante y adictiva.

Pero todo termina. Al final hay que regresar a la vida común, al hablar poco, a descansar de esa especie de feliz orgía comunicativa y a ponerse a la tecla a ver si termino la novela que me trae de cabeza estos días.

Tan solo una valoración final: ¿cuánto queda para la siguiente?

4 comments:

Anonymous said...

http://www.crisei.blogalia.com/historias/31692

Edu said...

Por algun motivo que se me escapa el enlace no funciona, para llegar al post aludido he tenido que ir a http://www.crisei.blogalia.com/historias/
y luego seleccionar en Julio 2005, la entrada titulada 544. Es una justa descripción de ese terremoto asturiano que se llama Chus parrado. Gracias Rafa.

Bef said...

Muchas felicidades por tu premio. Me quedé con ganas de comprar tu novela pero uno de los problemas de viajar con libros es que a veces debes dejar algo de peso atrás. Sobre todo si cruzas un océano.

Sólo quiero agregar que hasta donde sé, no existe un festival similar a la SN en América. Lo más cercano que conozco es la Comic Con de San Diego, que es enorme y desmesurada, al más puro estilo gringo (o yankee, como decís vosotros).

La diferencia es que lo que priva no es la cultura sino el espectáctulo.

Sin embargo, gracias a haber asistido varias veces pude conocer a muchos de mis héroes como Jack Kirby o Harlan Ellison.

Como sea, larga vida a la Semana Negra. Ojalá podamos coincidir el próximo año.

Saludos,

B.

Edu said...

Un saludo Bef, me encantó conocerte y a ver si es verdad y podemos coincidir otro año.