Saturado de una angustia roja e intensa, apenas fue consciente de ahogarse, tan solo boqueaba intentando alcanzar el aire que dejaba atrás, en la superficie del agua.
Solo entonces descubrió el secreto de la felicidad: se abrió delante mismo de su mente hipóxica como una flor de diamante, sólida y completa, atemporal.
En el archivo definitivo, almacenado en los remotos confines del tiempo, figura que durante los dos segundos que tardaron sus pulmones en vaciarse de aire, y los treinta en que la sangre envenenada de monóxido de carbono intoxicó irremediablemente su cerebro, fue el ser más feliz de toda la historia del universo.
Su secreto se fue con él al fondo del mar.
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4 comments:
Precioso :-) Lo malo es que ahora (aunque no nos revelen el secreto de la felicidad) vamos a querer más micros como éste... :-)
Genial. Me recuerda aquellos microrrelatos de Fredric Brown acerca de los grandes inventos de la humanidad. Esperamos impacientes más historias como esta. Salu2 ;o)
Dos segundos de lucidez... algunos nunca lo consiguen.
Estupendo relato.
saludos.
Encantado de que os haya gustado. A ver si se me ocurren más...
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