Tengo la visión.
No sería tan malo si no fuera por el fútbol. A mí me gusta, me entusiasma eso de ver darle patadas a un balón con mayor o menor habilidad hasta mandarlo al fondo de la red. Por eso no veo ningún partido.
En la vida cotidiana ya me he acostumbrado. No sé por qué tengo la visión, no la pedí, quizá sea un accidente, quizá un castigo; el caso es que, a diferencia del resto de la gente, los agentes espacio temporales se me aparecen claros y diáfanos, con sus trajes antigravitatorios, sus armas de subfase, y sus tanques y naves del futuro.
Salgo al balcón, y ahí están, en la esquina de la calle mayor. Dos escuadrones de los que, a falta de mayor información, llamo alfanos -tienen en sus trajes y armas estarcido un emblema parecido a una letra alfa-, están machacando a los cangrejos, unos seres con muchas patas que se mueven muy rápido pero que no saben usar armas. Según cuento esto los están aniquilando, ya no queda ni uno de los cangrejos. Un alfano, que parece el jefe por el porte y los dos pares de cuernos en la espalda, procede a volatilizar la piruleta de una niña que esperaba el autobús junto a su madre. Nadie ha notado nada, salvo la niña que llora desconsolada. Sabe dios qué consecuencias cósmicas favorables a los alfanos tendrá la existencia o no existencia en el futuro de la humilde piruleta. Porque de eso se trata, del futuro y las consecuencias que cada alteración del presente tiene para los contendientes.
Toda la batalla, las luchas, las muertes, los disparos, se ha desarrollado en una subfase del espacio real, al lado mismo de la realidad, pero separada de ella. Salvo las sutiles alteraciones de los agentes victoriosos, nunca queda huella alguna de las batallas, a lo sumo algún vientecillo se levanta tras una explosión realmente potente.
Ayer, en el partido de España-Francia, mundial del 2006, me arriesgué a echar una mirada a la televisión -sí, también los veo en las retransmisiones-. Sobrevolaban el campo una nube de las pequeñas y cilíndricas naves de los fláccidos (son como flanes translúcidos llenos de ojos) reventando con rayos y todo tipo de energías a las pelotas llenas de pinchos que son los trajes de combate de los tricotosos. Las bolas de pinchos, en una audaz acción de esquiva, habían provocado el penalti que Villa marcó. Creo que los tricotosos tuvieron ayuda de unas estrellas energéticas que nunca antes había visto. De todos modos, después fueron aniquilados y los fláccidos nos marcaron tres golazos, o los franceses por su intermediación, o los dos, ¡qué mas da!
Por eso no me gusta el fútbol. Si me gustasen las batallas espacio temporales lo pasaría de miedo, pero no es el caso, soy más ramplón, añoro la normalidad. Quisiera dejar de tener la visión, pero es imposible.
Claro que siempre puedo consolarme respecto al fútbol pensando que en otros aspectos es aún peor. Antes dije que en la vida cotidiana ya me había acostumbrado a la visión. Es mentira. ¿Nunca han intentado ligar con una chica mientras una cosa con tentáculos gordos como columnas se pelea al lado tuyo contra una miriada de pescadillas volantes, y todo por evitar que ella te mire, o para hacer que sí, que te mire, o para lograr que no te vea, o para lograr que se le caiga el bolso y tú puedas ayudarla?
Y no hablemos ya del sexo.
Así no hay manera.
Madrid 29-6-2006
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3 comments:
Muy bueno, me ha rencantado :)
Me alegro. Es una chorradilla al aire del follón este del jurgol patrio.
No sé si voy a poder, tengo montones de cosas que hacer antes del viaje. Yo no iré en el tren negro el viernes, sino el sábado. Dame un toque cuando llegues.
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